Por: Joshua Céspedes
Han sido días difíciles para Venezuela, estas duras horas para la ciudadanía han ameritado una detallada lectura y reflexión para escribir sobre este álgido tema; uno que en lo personal me involucra de lleno tras haber tomado la decisión de dedicar mi tiempo al ejercicio de la ciudadanía, estudio y reflexión del acontecer político nacional y regional.
El panorama que se nos dibuja hoy, es un ambiente bastante tenso y cargado de emociones encontradas; la incertidumbre ha reinado en medio de una toma de decisiones inoperante, al menos para los urgentes problemas que ameritan solución. Los rostros en la calle parecen confusos en medio de una ensordecedora calma que para nada refleja las decisiones políticas (que ambos bandos han tomado) y la cobertura mediática de la situación, abrumando así un poco más la rutina diaria.
Los actores que hoy se disputan el monopolio legítimo de la violencia, como diría nuestro querido Max Weber en su famosa obra Política como vocación, son más que conocidos por la comunidad internacional. La información sobre el caso venezolano hoy abunda en las redes sociales y los diarios internacionales; Por un lado, Nicolás Maduro Moros, sucesor del ex presidente Hugo Rafael Chávez Frías asegura tener la “legitimidad y legalidad” para el inicio de su segundo periodo presidencial, mientras que en la otra acera observamos a un joven dirigente que reclama el “cese de la usurpación”, el hoy famoso Presidente de la Asamblea Nacional y “Presidente interino” Juan Guaidó.
La disputa entre los actores políticos que hoy reclaman el ejercicio del poder, se ha volcado en una lucha a pulso que busca desestimar y contrarrestar las acciones del adversario cuyo resultado más probable es la cesión o rendición de alguna de las partes, ¿cuál será? Es una afirmación que hoy sería irresponsable decir, por dos sencillas razones: la primera: a las variables e implicaciones locales del conflicto, debe ser sumada una presión regional y global a la que han sido sometido ambos bandos y la segunda, nuestro país (Venezuela) es tan hilarante, que lo imposible sucede tres veces al día, es decir, nadie sabe con certeza que ocurrirá.
“Cese de la usurpación”, “Gobierno de transición” y “Elecciones libres”. Ha sido la estrategia liderada por Juan Guaidó. La cual ha esgrimido como un elemento de presión, decidido a cercar y minimizar el rango de acción de Nicolás Maduro. Apostando en última instancia a la ruptura de la cadena de mando de la Fuerza Armada Nacional a fin de “restaurar la democracia y el hilo constitucional”. Su inicio, fijado desde el 10 de Enero del presente año, tomo curso desde su auto proclamación como “presidente interino”; el respaldo de este por buena parte de la comunidad internacional; permitió la designación de Embajadores y representantes en países “aliados”, acrecentando así la ruptura del componente diplomático de Maduro y asomando de momento, una futura cristalización de acciones más operantes y tangibles en suelo venezolano, como lo es el caso del ingreso de ayuda humanitaria, cuyo escenario será un punto de inflexión para ambos bandos.
Frente a esta estrategia, Nicolás Maduro y su equipo político ha respondido como de costumbre. El sacudón que la estrategia opositora diera a la elite gobernante, apresuro en un primer momento una reacción tosca y nada precisa; recuperados ya de la impresión, decidieron contrarrestar la ruta de la “transición” a través del desgaste, de allí la incesante compra de tiempo necesaria que implica esta estrategia, que se cristalizo con la prolongación de 30 días de la mesa de negociación con la Embajada Americana.
Durante estos últimos días hemos observado con detalle, como se dibuja esta compra de tiempo; La reiterada invitación al dialogo, las negociaciones de carácter internacional (con Rusia como mediador frente a Estados Unidos y la Unión Europea) así como la cruda represión a las manifestaciones opositoras, apuesta en última instancia a apaciguar los caldeados ánimos de la ciudadanía venezolana; ánimos despertados en ambos bandos (chavismo y oposición). Esperanzados de un cambio sustancial de esta álgida crisis.
Desnuda ya la estrategia y el vivo panorama diario, me permito frente el torbellino de emociones que hoy nos invaden citar las acertadas palabras del famoso escritor venezolano del siglo XX, Ramón Díaz Sánchez: “Sería tonto hacerse ilusiones sobre esto: hoy está Venezuela ante un peligro de regresión tan evidente como en cualquiera otro de los aciagos períodos de su historia”. Discurría ya desde aquel entonces (1937) la pluma del ilustre Sánchez sobre la problemática de las transiciones en Venezuela.
Venezuela yace hoy en una carrera contra reloj, expectante frente a dos competidores decididos a no dar su brazo a torcer, en una eterna espera donde el hambre y la violencia no esperan para cobrar a diario la vida de sus ciudadanos.
Y la arena que se desliza en este reloj, no es el tiempo, el cuál acostumbra a marcar la pauta en la política, sino la esperanza de todo un país que una vez más confía en las elites políticas (chavismo y oposición) y permite cobrar significado a este juego. “Estamos viviendo en la actualidad un momento de transición política, análogo a otros que conocieron nuestros padres”, nos diría hoy Ramón Díaz Sánchez recordándonos que no hay nuevo bajo el sol en la historia venezolana, pues no es la primera vez que Venezuela vive bajo una situación semejante, donde los hombres (que se disputan el poder) se ven “sensibles a las necesidades y aspiraciones populares, tocados de un romanticismo democrático”.
Cualquiera que sea el resultado que augure la providencia en Venezuela, sin duda debe avocarse a la pronta respuesta de los males que hoy aquejan nuestra nación; es necesaria una respuesta estructural y profundamente cívica, no basta ya con paños de agua tibia que posterguen la crisis.
“Creo que es hora de que los hombres honestos y conscientes de Venezuela definan su actitud frente a los grandes problemas nacionales” esgrimía Sánchez desde aquel entonces, a lo que me atrevería a agregar, afirmando que la guía de estos hombres no debe ser más que el beneficio del país a través de la consciencia y la moderación en cada una de sus acciones.
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