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SURAMÉRICA Y EL... ¿TRIUNFO DE LA DERECHA?




Por: Joshua Céspedes


Una rápida mirada al mapa político en Suramérica nos permite observar el apabullante “triunfo de la derecha” en la región; una Suramérica acostumbrada a vestir de rojo parece tornarse azul conforme avanzan los procesos electorales a lo largo y ancho del continente, sin embargo y en respeto al viejo refrán de no “juzgar a un libro por su portada”, es pertinente mirar a fondo este proceso de cambio geopolítico en la región a fin de labrar un terreno aún más escabroso y bastante alejado del simplista clivaje entre izquierdas y derechas.


Tras el triunfo electoral del Presidente Mauricio Macri en Argentina, la región pareció vislumbrar un giro político importante; la derrota electoral de Cristina Kirchner favoreció en gran medida al resto de los partidos regionales que diferían de la izquierda y que en medio de un adverso panorama suramericano, se veían en desventaja.


La llegada de Mauricio Macri a la Casa Rosada y de Donald Trump a la Casa Blanca, impulso una ola de cambio en todo el continente. El acercamiento diplomático entre ambos mandatarios y la oportunidad de reforzar los lazos de convivencia entre ambos países, inspiro discursiva y electoralmente a una enorme cantidad de movimientos adversos a la izquierda regional, que no solo se vio desprestigiada por las tramas de corrupción de Odebrecht, sino por el espanto regional que trajo consigo la crisis generalizada en Venezuela.


La elección de Sebastián Piñera en Chile, la elección de Iván Duque en Colombia, de Mario Abdo en Paraguay y la reciente elección de Jair Bolsonaro en Brasil, son una clara muestra de ello. Este sacudón, pareció avizorar un giro ideológico en la región, no obstante, la elección del Presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador puso en tela de juicio este “arrollador” avance.


Es importante recordar que la elección de cada uno de estos mandatarios no responde exclusivamente a un “giro ideológico en la región”, las circunstancias internas de sus países, motivaron en gran medida la elección de estos mandatarios; es un elemento pertinente que debemos tener en cuenta al momento de nuestro análisis a fin de evitar caer en generalizaciones nada provechosas.


Los problemas estructurales de nuestra joven región y aún más de nuestras recientes democracias, dificultan en gran medida la formación de una cultura política enteramente al servicio de nuestros países. Acostumbrados a la excesiva influencia de ideas foráneas, hemos desdeñado e ignorado a nuestros principales referentes; este profundo desconocimiento de nuestras raíces se ha traducido no solo en la falta de un rumbo, de un norte, sino en la imposibilidad de comprender a cabalidad nuestros retos más importantes.


La corrupción, por citar un ejemplo: no solo es consecuencia de falta de institucionalidad, si no resultado de un largo proceso de formación de nuestros Estados; quienes acostumbrados a modelar bajo las ideas más innovadoras (Europa y Norteamérica, cuya cultura política difiere en gran medida de la nuestra), olvidaban aterrizar o adaptar a nuestra cultura el gran andamiaje burocrático que iba regir la vida de nuestro país. Este gran vacío, esta falta de pertenencia por aquellas “instituciones”, dio como resultado una falta de ética que se tradujo en el aprovechamiento del erario público, entre otros males.


De igual forma, la pobreza no es solo el resultado de una irresponsable política económica del mandatario de turno, sino el resultado evidente de décadas de una errónea política fiscal, de la falta de inversión en el sector educativo, en sectores estratégicos para el desarrollo de toda sociedad. En resumidas cuentas, los problemas estructurales de nuestra región son más complejos de lo que parecen.


Augurar el triunfo de la derecha en la región parece descabellado, en una Suramérica acostumbrada por décadas a una fuerte tendencia de izquierda; fortalecida y construida desde la oposición a las dictaduras militares que a mitad del siglo XX dominaron en gran medida la región. Fueron más de 50 años de una cultura política que huía despavoridamente de cualquier tendencia política que pudiera tan siquiera parecerse a aquellas dictaduras; sin duda, una evaluación maniquea de la historia, que nada favorecía a entender los elementos positivos (si los hubiese) o negativos de aquellos episodios, así como las causas y consecuencias de su devenir.


La popularidad de la izquierda en la región, se traduce en una mala interpretación de la marginalización de nuestras sociedades; un caldo de cultivo, para quienes enarbolan las banderas de progreso social. Hoy, la popularidad de la derecha se traduce como el rechazo a la asfixiante política paternalista que mermaba el crecimiento económico de la región, un perfecto escenario para quienes ven al Estado como el enemigo número uno y no como el andamiaje necesario para alcanzar el desarrollo.


En Suramérica hemos sido testigos de un secuestro político, prisioneros de un absurdo ideológico. Ambos bandos (izquierda y derecha) han secuestrado para sí, las soluciones, los procedimientos, las medidas necesarias para afrontar uno u otro reto. Agotados y presos de su retórica, no se permiten tomar o evaluar las propuestas de su adversario en la justa dimensión que demanda el bienestar nacional; prefieren ser coherentes a su agenda partidista y pintar la fachada de aquella demanda, bajo el color del adversario antes que solucionar efectivamente el problema.


De allí, la importancia de volver preguntarnos: ¿realmente podemos augurar un triunfo de la derecha en la región?


El futuro político de la región es tan incierto como otrora. Hoy, no podemos asegurar el triunfo de una tendencia u otra, en especial tras la férrea oposición que ha planteado la izquierda regional frente a este sorpresivo viraje político. Argentina, es quizás el ejemplo más didáctico. La ardua oposición que la administración del Presidente Mauricio Macri ha soportado desde el comienzo de su mandato ha hecho peligrar su reelección para las próximas elecciones presidenciales que tendrán cabida en el mes octubre del año en curso.


¿Será esta primera elección presidencial una prueba de fuego para la derecha en la región? Sin duda alguna habrá de ser una importante lección para analizar a grandes rasgos la aceptación de este apabullante viraje político, más no una referencia absoluta de este proceso de transformación política, teniendo en cuenta los elementos, las características propias del proceso político y económico que hoy arropa a la hermana nación argentina.


Ello sin tomar en cuenta la remota posibilidad de una reelección presidencial del Presidente Donald Trump en Estados Unidos.


Aupar el triunfo de una tendencia u otra, más que beneficioso, es perjudicial y peligroso a largo plazo para las democracias en nuestra región. Nuestra cultura política debe madurar y dejar de lado los arcaicos clivajes, que no sirven más que para mantener un vicioso sistema. Lastimosamente, cada una de estas tendencias no hace sino reforzar retóricamente a su contrario; un círculo vicioso que no nos ha permitido atacar de raíz los problemas estructurales de nuestra región, sin hablar de la tergiversación histórica y cultural que dificulta la tarea de conocernos.


Las ideologías que uno u otro partido político abanderen, no deben ser sino una propuesta más; permitir la impunidad, la corrupción, la represión o cualquier otro daño a la ciudadanía por solidaridad ideológica, no es sino una traba a nuestro desarrollo. Un crimen no deja de serlo por adoptar una posición favorable al poder, cuando podamos entender esa valiosa lección como región, estaremos a un paso cada vez más cerca de conquistar nuestro desarrollo y nuestra libertad.


Nuestro trabajo no ha de ser por el triunfo de la derecha, nuestro trabajo no ha de ser por el triunfo de la izquierda, nuestro trabajo ha de ser por el triunfo de toda Suramérica.

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