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  • Foto del escritorJoshua T.

SURAMÉRICA ¿GIRO IDEOLÓGICO O PROBLEMA ESTRUCTURAL?


Actualmente Suramérica se encuentra experimentando un proceso de cambio político, pareciera que se estuviese dejando de lado el modelo de izquierda radical que desde hace un tiempo dominaba la región, tras la conquista política de modelos completamente adversos; modelos que aún no terminan afianzar su posición.


La presencia de un mundo globalizado o en palabras del reconocido sociólogo Zygmunt Bauman, “tiempos líquidos”; nos hace encontramos en una etapa cada vez más dinámica donde las tradiciones y los conceptos ideológicos van perdiendo su importancia, hablamos entonces de un proceso global que no deja espacio alguno sin sus efectos.


Hoy el individuo juega un rol más activo dentro del escenario internacional, las redes sociales, la creciente ocupación del espacio público por parte de los mercados ha elevado su nivel de importancia, pues las funciones que una vez cumplía el Estado como órgano garante de la seguridad colectiva, son ahora delegadas al cuidado del individuo.


Hacemos vida en un mundo tan volátil y dinámico que las necesidades crecientes de la sociedad, no se dan abasto con el aparato burocrático tradicional, por lo que otras fuerzas se han dedicado a ocupar su lugar.


El caso suramericano no escapa mucho de la realidad esgrimida por el autor, pues, manteniendo las diferencias, el consumismo regional se caracteriza por la dependencia y el clientelismo estatal; este proceso global, ha traído como consecuencia un cambio sustantivo de la política tradicional; puede observarse un abandono constante de los conceptos y las ideologías políticas por un espacio cada vez más conquistado por el mercado y la iniciativa privada.


Este debilitamiento del aparato estatal, deja en un limbo a los individuos que hacen vida dentro del Estado-Nación, las instituciones se ven inoperantes y por ende en constante declive.


Este turbio panorama, nos permite comprender porque en la región y en gran parte del mundo, las ideologías políticas o las clásicas tendencias de izquierda o derecha (socialistas o liberales), han perdido buena parte de su credibilidad. Una izquierda radical, que se mostró fuerte en Suramérica como bandera de las reivindicaciones sociales y la lucha en contra de la desigualdad, atrapada ante las demandas del mercado global, de igual manera se observa a una derecha que no arropa las carencias sociales y los problemas estructurales característicos de la región.


Uno de los temas de agenda dentro del marco suramericano, ha sido la interrogante ¿más o menos Estado? A la cual han respondido muy bien sus partidarios conforme a su posición ideológica, pero que bajo una objetiva consideración no han mejorado la situación en sí.


La izquierda suramericana ante los problemas que aquejan a sus ciudadanos han respondido con más Estado, acrecentando así la aparato gubernamental y la participación del gobierno en cada área considerada de importancia, no obstante y como consecuencia de este desenfrenado anhelo, nos hemos encontrado con una estructura clientelar y un Estado paternalista que obstaculiza más de lo que ayuda al sano desenvolvimiento de la nación.


Cabe destacar, que como consecuencia del clientelismo y la excesiva centralización, el daño a las instituciones es innegable. Las instituciones, son consideradas un punto débil dentro del desempeño suramericano; la falta de transparencia, la corrupción, son varias de las características que las definen, sin contar con la falta de independencia que estas poseen del gobierno de turno.


Por otro lado, la derecha, en busca de un Estado más reducido, ha optado por dejar de lado importantes tareas o relegarlas al sector privado. Esta considerable reducción del aparato gubernamental, crea conflicto dentro de la región, pues los problemas estructurales de nuestras sociedades ameritan una participación más activa del gobierno.


El turbulento episodio de nuestra región no es fortuito, nuestro desarrollo discrónico, así como los problemas estructurales que caracterizan a la región, han hecho que el efecto de la globalización, genere una distorsión aún mayor. En cuanto al desarrollo discrónico, debemos recordar a la profesora Graciela Soriano, cuando entre las líneas de su libro “Hispanoamérica, Historia, Desarrollo Discrónico e Historia Política”, nos relata como los procesos de independencia en nuestra región, inspirados en la ilustración configuraban de una manera extraña, el tiempo histórico, el cual no puede interpretarse como vectorial o cíclico, y aunque dominara la sensación del progreso, respondía a un proceso des estructurado en el que todo parecía posible.


Suramérica siempre ha sufrido el deseo frustrado de alcanzar el desarrollo; este anhelo ha hecho que desesperadamente copiemos modelos para solucionar nuestros problemas, modelos ajenos a nuestra cultura, a nuestras características y que por ende no han funcionado de la manera correcta.


Este vacío, que trae consigo la imposición de un modelo foráneo, producto de la falta de las condiciones necesarias para su desarrollo armónico, ha sido respondido en nuestra región con el personalismo político. El caudillismo, la figura del hombre fuerte que resolverá todos los problemas, ha sido la vía más fácil que hemos adoptado; hemos confiado pues la institucionalidad, en el carisma del líder y en sus caprichos ideológicos, pues, no hay modelo (izquierda o derecha) que escape de esta realidad.


Hemos querido construir institucionalidad, bajo una sola figura que aglutine el poder político, sobrevalorando la capacidad del líder y como consecuencia restando importancia al poder que tienen los individuos como ciudadanos para la construcción del espacio público, haciendo que el desarrollo de una propuesta u otra no prospere por la falta de cultura política, que comprometa a las sociedades al desarrollo.


Otro problema que ha generado este proceso de desarrollo discrónico, así como el caudillismo, es la confusión de la educación política con el adoctrinamiento, cada modelo que ha buscado dentro de la región imponer su idea, ha pretendido ocupar en su totalidad el espectro político, no ha dejado espacio al desarrollo paralelo de otra forma de pensamiento; este conflicto casi existencial, ha mermado fuertemente la institucionalidad, propugnando una lucha entre el personalismo y la poca institucionalidad existente.


Ante la problemática actual y la incertidumbre con la que arrastra el cambio geopolítico que experimentan los países suramericanos, la solución no parece ser como nos quieren hacer creer los gobiernos de izquierda radical en el avance del control estatal hasta ocupar cada espacio de la vida de los habitantes, pues bien ya han sido explicadas sus consecuencias. De igual manera, bajo nuestra perspectiva, la propuesta de los gobiernos de derecha que a través de la reducción del Estado, con su exclusión en los ámbitos de gran importancia social, la progresiva privatización con miras a responder a las necesidades que cada vez más solicitan estos individuos-consumidores, tampoco promete una solución idónea.


Consideramos que para abordar los crecientes desafíos en la región, debemos apuntar hacia la formación ciudadana aprovechando las herramientas que nos ha brindado las nuevas tecnologías; se trata de rescatar el espacio público, de aprovechar la importancia que ha cobrado el individuo en el escenario internacional para re dimensionar la forma de hacer política.


El ciudadano, rompe abiertamente con la concepción del consumidor, y por ende de igual manera con la práctica recurrente de acrecentar o minimizar al Estado a propósito del espectro ideológico del gobierno de turno. Cuando el individuo, comienza a asumir su papel dentro del espacio público, comienzan a dibujarse los espacios para la construcción de una política más responsable.


Las redes sociales, las innovaciones tecnológicas, la velocidad de la información, la facilidad y la constante mejora de las vías de comunicación, hacen del mundo un espacio cada vez más pequeño. Es por eso que apostamos a la construcción de una ciudadanía global, la cual cabe destacar, difiere del concepto de ciudadano del mundo.


La construcción de una ciudadanía global, comienza reconociendo la importancia del rescate del espacio público a nivel local y sus efectos a nivel global, es necesario entonces que el individuo desde lo interno, participe activamente en el proceso político, que se rescate el interés por lo público, que nos preocupemos por quienes nos gobiernan y exigirle cumplir con su responsabilidad pública y a lo externo, convertirnos en supervisores y garantes de gobiernos cada vez más libres.



Por: Joshua C. & Andreina T.

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