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EL FRACASO DE LOS ORGANISMOS REGIONALES


Por: Joshua Céspedes


Los pocos intentos de cooperación que han surgido en Suramérica han pecado tras caer en el infructífero “consenso ideológico”. El fracaso de nuestras organizaciones regionales es el resultado de los frágiles cimientos sobre las que fueron construidas.


El amiguismo y el interés de algunos líderes regionales por promover la ideología de turno y la falta de sensatez en plantear una ruta de cooperación en conjunto han mermado su funcionalidad.


No por menos el vicecanciller uruguayo Ariel Bergamino, aseguró: "No puedo interpretar la decisión que toman los Gobiernos de otros países, pero ciertamente están dando cuenta de que no estamos en un buen momento en materia de integración" en ocasión a la salida de Colombia de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).


Situación a la que debemos sumar no solo la incapacidad de la OEA en situaciones críticas para la región, sino la próxima salida de Ecuador del ALBA.


Proseguía entonces en el marco de sus declaraciones el vicecanciller Bergamino: “esto no significa que los países deban renunciar al proyecto y al proceso integrador sino que tienen que buscar formas para fortalecer y revigorizar a la integración”.

A lo que podríamos responder, la integración hoy por hoy, no es viable en el contexto suramericano y he allí quizás otra razón del fracaso de nuestros organismos regionales. No hemos sabido diferenciar entre cooperación e integración, pues engañados por una fugaz “hermandad” ideológica no hemos trabajo en la construcción de cimientos sólidos y duraderos.

La integración en nuestra región ha sido trabajada con base a un programa ideológico, sin respeto a la soberanía de cada nación e ignorando los procesos internos y los desafíos estructurales a los que debe enfrentarse cada país suramericano.


Debemos apostar a una revisión profunda de nuestros organismos regionales, para ello debemos centrar nuestro trabajo en la construcción de una agenda de COOPERACIÓN, no de INTEGRACIÓN.

Debemos construir una agenda de trabajo con base a temas de interés común, a retos y dificultades que nos involucren como región. Una ruta de cooperación que respete el interés soberano de cada nación y que lejos de una carga, le ayude a superar las dificultades estructurales de cada país.

Por ello, no hemos de extrañarnos las dificultades por las que nuestros organismos regionales están pasando. Siempre que el sustento, la base de nuestras organizaciones sean construidas sobre una función ideológica y fugaz, no podremos esperar más que

tropiezos y falta de credibilidad.


Debemos trabajar unidos por una agenda seria de cooperación que permitan un desarrollo prospero la región.


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