Una mirada al sitio oficial del Departamento de Estado, nos ofrece una revisión sumaria de la relación entre Estados Unidos y Rusia. En ocasión a los más de 200 años de relaciones bilaterales, es definida como una relación diplomática polifacética.
Para 1917, con la llegada de la revolución bolchevique y la llegada del comunismo al gobierno ruso el gobierno de Estados Unidos instruyó a las delegaciones americanas retraerse de mantener cualquier tipo de comunicación directa con las autoridades bolcheviques, esta tensa etapa duraría hasta 1933, tras un resumen y normalización de las relaciones diplomáticas.
Este acercamiento promovido por el presidente Franklin Roosevelt en compañía del entonces Ministro de Exteriores de la URSS, Maksim Litvinov mostró el deseo de ambos países por normalizar las relaciones diplomáticas entre ambos Estados. Esta relación mantendrá estrecha cordialidad hasta el triunfo de los Aliados en la segunda guerra mundial, donde ambos colaboraron para derrotar la amenaza nacionalsocialista en Europa. Una vez comenzada la guerra fría, las alianzas políticas y militares se opusieron unas a otras en cada espacio una vez compartido a pesar de la constante relación, científica, cultural, deportiva que mantenían el fino vínculo entre dos naciones en guerra; visión que cambiaría años más tarde, pero que arrastra consigo aún muchas de sus diatribas.
La política exterior estadounidense hacia Rusia se ha perfilado a lo largo de malas experiencias entre ambas naciones. Tras el triunfo aliado en la segunda guerra mundial y el obvio debilitamiento de las viejas potencias europeas, el mundo demandaba un nuevo orden internacional; surgió así entonces la conflictividad perenne hasta nuestros días entre Estados Unidos y Rusia, en ese momento bajo el dominio soviético.
La opuesta visión de mundo que compartían ambas naciones, hicieron de su relación un elemento incompatible, la única causa en común que los unió había desaparecido entre las ruinas de Alemania. Esta creciente tensión alimento entonces una situación de guerra entre ambos países.
El periodo de guerra fría, marcaría entonces el permanente estado de tensión y en ocasiones de agresión entre ambas potencias y sus aliados a lo largo del mundo; esta constante carrera hizo de los intereses de cada Estado elementos irreconciliables en los escenarios compartidos; esta situación normaría en mayor y medida a lo largo de los años y hasta la fecha la relación que habrán de llevar ambos países.
Mira Milosevich-Juaristi, investigadora de Real Instituto Elcano en su artículo “EEUU y Rusia, enemigos íntimos”, define la relación ruso-estadounidense de la siguiente manera:
“Las relaciones bilaterales de Rusia y EEUU entre 1989 y 2014 pueden definirse mediante la metáfora de un péndulo que oscilaba entre las expectativas de cooperación, que borraría la experiencia de la desconfianza y del “equilibrio del terror” de la Guerra Fría, y la gradual decepción por el aumento de la confrontación”.
Esta notable incompatibilidad nace a partir de la interpretación del final de la guerra fría. Estados Unidos consecuente con su proyección de potencia ganadora afirmaban que Rusia debía plegarse al nuevo orden internacional y adoptar los valores inherentes a este, dejando de lado sus ambiciones dentro del espectro geopolítico mundial. Sin embargo, Rusia entendía el final de la contienda como un acuerdo militar pacifico, jamás reconocería el liderazgo americano, solo intentaría estrechar las relaciones como iguales.
Ambos Estados parten y proyectan su política exterior desde dos lógicas contrapuestas, donde cada uno funge como potencia global y ordenadora en el escenario internacional. Esta ambigua posición, impedirá a Rusia y a EEUU establecer puntos en común para una política más cercana y con objetivos comunes.
Pareciera entonces que la política exterior estadounidense hacia Rusia no tuviera aún un asidero o algún punto en común que permita un nuevo comienzo. Una acertada definición de este vaivén, podemos encontrarlo en el artículo “¿Un nuevo reset? ¿Puede la Administración Trump normalizar las relaciones con Rusia?” De la Profesora de Seguridad Postsovietica del King’s College de Londres, Ruth Deyermond (2017), en donde expresa:
“En el cuarto de siglo transcurrido desde el hundimiento de la URSS, las relaciones entre Rusia y EE.UU. se han visto atrapadas en un ciclo de renovación y decadencia sucesivos. Cada nuevo presidente estadounidense ha intentado restaurar la relación, tras las decepciones de la administración anterior. No obstante, para mediados de su presidencia las relaciones con Rusia han afrontado problemas significativos, y al final del mandato ya estaban en crisis. Cada nueva repetición de este ciclo ha terminado en una posición peor que la anterior”.
Obama intento lograr a través del “Reset” (practica llevada a cabo por Estados Unidos desde finales de los años 80) un enfoque pragmático que permitiera entablar relaciones con Rusia. Este entendimiento nacería a través de una relación de cooperación sobre la base de áreas que permitiesen un entendimiento rápido, dejando de lado en un primer momento los puntos irreconciliables que aún marcan la relación entre ambos países.
Este pragmatismo solo arrojo un exitoso fracaso, pues la imposibilidad de una visión compartida a futuro hizo del exitoso primer acercamiento una causa perdida. La férrea defensa de los intereses nacionales y su proyección como potencia global ha sido una constante para ambas naciones, este irrenunciable escenario de conflicto hace del acercamiento y de las relaciones entre ambos países un elemento tortuoso. Escenario que no parece tener marcha atrás incluso tras la llegada de la nueva administración Trump, cuyo lema es “Make America Great Again” (Volver a hacer América grande de nuevo).
Miembros del gabinete ruso e incluso, numerosos analistas afirman que las relaciones están prácticamente en cero, incluso en peores condiciones que durante la guerra fría; incluso Donald Trump ha afirmado que puede que la relación se encuentre en un mínimo histórico.
Esta actitud ha hecho que la respuesta rusa sea traducida como un “espera y observa”, pues a pesar de responder a las retaliaciones de EEUU, Putin es consciente la presión interna que la administración de Donald Trump ha recibido tras el escándalo de la “interferencia rusa en las elecciones presidenciales”. Escenario que han sabido aprovechar ambas administraciones, pues pese al “distanciamiento” ambos han logrado dentro del imaginario colectivo mostrar la idea de “un gobierno fuerte”.
Frente al surgimiento de un escenario cada día más multipolar, Estados Unidos se encuentre frente a la diatriba de re definir su estrategia frente al mundo, en especial con potencias emergentes como Rusia y China.
El fruto de las relaciones históricas entre ambos países ha sido un vaivén permanente; Rusia y China han definido la realidad mundial por un largo tiempo, en consecuencia la actuación de EEUU como potencia global ha sido de igual o mayor envergadura.
La relación entre Estados Unidos y Rusia, es un reto para ambas naciones; la intransigencia que los elementos estructurales han arrojado sobre la proyección de la política de ambos Estados ha dificultado la posibilidad de un mutuo acuerdo. Parece que 20 años de “paz” no han logrado dejar atrás el legado bilateral de 45 años en guerra. La visión de mundo bipolar sigue presente en la relación entre ambos países y como consecuencia de ello, la aparente falta de solución de conflictos históricos a lo largo del mundo.
Estados Unidos afronta hoy por hoy la toma de importantes decisiones; la presencia de un mundo globalizado y cada día más interdependiente apremia por decisiones rápidas y oportunas en un escenario de cambio global; como consecuencia la nación norteamericana se encuentra “entre la espada y la pared” a la espera de decisiones transcendentales de la mano de un outsider como el Presidente Donald Trump.
Por: Joshua Céspedes
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