Reza un dicho popular que suele repetirse cuando nos encontramos frente a una situación extraordinariamente buena; “muy bueno para ser cierto”, y no es por pesimismo que debemos mirar los procesos de cambio global con recelo, sino por la responsabilidad que amerita comprender a detalle las implicaciones de tales eventos en un mundo tan interconectado.
Pese al buen ánimo global (y no es para menos) que han despertado las conversaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur, se esconde tras la opinión publica un gran asombro y un sinfín de interrogantes tras la rápida mejora de las relaciones en la península.
Hace un año atrás evidenciamos quizás la escalada y época de tensión más grande en la península desde la guerra de corea durante los años 50.
El conflicto en la península coreana data de hace más de 70 años; tras la victoria de los aliados en la segunda guerra mundial y la división del territorio en dos como consecuencia de la re-configuración del escenario global, comenzaría desde entonces un conflicto perenne entre una sociedad dividida por intereses estratégicos globales contrapuestos.
Desde la guerra de corea en el año de 1950, no había existido tanta tensión en la península como la ocurrida a lo largo del año 2017, así mismo, desde aquella trágica división en el paralelo 38 no se había alcanzado un acercamiento tan estrecho, ni proyectado unas expectativas tan altas como durante estos meses de acercamiento y encuentros diplomáticos entre las partes.
Durante la guerra fría ambos Estados fungieron como enclaves estratégicos para las partes en conflicto, su ubicación permitió tanto a la URSS como a EEUU consolidar su posición en el continente asiático. Corea del norte tomo en ese momento partido por el bando soviético y la cosmovisión socialista, mientras que corea del sur fue arropada por el modelo liberal y tomo partido junto a los EEUU.
La península coreana tiene un importante valor estratégico en la región asiática, su cercanía a jugadores de talla global como es el caso de China, Japón y Rusia lo convierte en una zona donde convergen una gran cantidad de intereses.
Asia ha cobrado importante relevancia a nivel político y económico en las últimas dos décadas, esto ha logrado que gran parte de las potencias volteen su mirada y proyecten su intereses en la región. La presencia de EEUU en la región siempre ha sido frecuente, en especial por el apoyo a sus aliados surcoreanos y japoneses, frente a la avasallante presencia de China y Rusia.
La llegada del expresidente Barack Obama al poder trajo consigo una propuesta conocida como “rebalanceo hacia Asia-Pacifico” cuya primera intención implicaba contener al gigante chino y su creciente expansión, sin embargo también arrastro consigo otros intereses en la región.
Dentro de este complejo panorama, también crecía una intensa lucha en la península coreana, cuyo historial de conflicto nace con su división; desde entonces ambas naciones (en especial Corea del Norte) se han propasado mutuamente y hecho de la relación con su vecino un tema álgido.
Corea del Norte ha llevado esta práctica provocación a nivel más molesto; aislado y sin un apoyo regular en la región, con un comportamiento en ocasiones paranoico se ha convertido en un gran problema. Su insistencia en el desarrollo nuclear con fines belicos le ha costado un fuerte bloqueo económico, sin tomar en cuenta las propias carencias internas como resultado de su modelo de gobierno.
Estas sanciones han crecido conforme su actuación y en especial bajo la administración del Presidente Donald Trump, quien ha mostrado especial interés por el conflicto en la península. Una mirada rápida a la página web de “Financial Tracking Service” (servicio de la ONU que ofrece los datos del dinero transado a nivel mundial en calidad de ayuda humanitaria o donaciones) muestra otra cara de la moneda, en medio de estas pomposas negociaciones.
Para nadie es un secreto la precaria situación de corea del norte, la fuerte presión económica que pesa sobre ellos sumado a un modelo económico con insuficiencias para satisfacer la demanda local, hace del ambiente un lugar hostil y sin calidad de vida para el común en general. Por ello, corea del norte no solo se ha visto en la necesidad de sobrevivir con sus precarios recursos, sino en igual o mayor medida a través de la ayuda extranjera, en especial la ayuda de carácter humanitario. Sin embargo la fuerte escalada del conflicto y el comportamiento del líder norcoreano han propiciado una fuerte disminución de esta última.
Desde el año 2013 y según cifras arrojadas por FTS, la ayuda extrajera hacia corea del norte ha sufrido un fuerte disminución; para el año 2013 el país obtenía por ayuda extranjera un promedio de 62 millones de dólares, sin embargo hoy, a mediados del año 2018, la cifra ronda en un aproximado de 4 millones de dólares, este abrupto escenario es un importante factor a tomar en cuenta en medio de este clima optimista.
No es solo un triunfo de la diplomacia y la presión internacional, sino también una necesidad inmediata para palear la profunda crisis económica y social que afrontan crudamente desde hace mucho tiempo y que se ha intensificado con los años.
Otro aspecto importante a considerar es que la mayor parte del ingreso por ayuda humanitaria hoy, se debe a acuerdos de vieja data que buscan palear la precaria situación, acuerdos cuyo tope más largo data para el año 2020; esto muestra la premura y el afán por parte del gobierno norcoreano de entablar conversaciones que permitan mejorar su situación.
Y es que en medio de esta pomposa celebración diplomática, en donde sobran los titulares y las declaraciones esperanzadoras, se han asomado dos interesantes declaraciones que parecen dibujar entre líneas la razón de peso de esta negociación. Pocos días después de la cumbre, el Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas, David Beasly declaro que Corea del Norte “necesita una ayuda humanitaria continua"; estas declaraciones fueron hechas posterior a una visita que realizo al país, en el que además recalco que “falta mucho trabajo por realizar, ya que existe una necesidad verdadera de una asistencia humanitaria continuada, sobre todo cuando se trata de satisfacer las necesidades nutricionales de madres y niños pequeños".
De igual manera y en un tono bastante optimista declararon que: "Aunque quedan retos significativos, soy optimista. Veo un país que está trabajando duro para lograr seguridad alimentaria y buena nutrición. Creo que, con un trabajo duro y el apoyo del mundo, podremos marcar la diferencia".
Un día después, el Secretario de Estado Mike Pompeo expreso: "Si Corea del Norte toma acciones importantes para una rápida desnuclearización, Estados Unidos está preparado para trabajar con Corea del Norte para alcanzar prosperidad a la par de nuestros amigos de Corea del Sur". Declaraciones que cobran suma importancia al ser Pompeo la figura más importante del gobierno norteamericano en estas negociaciones por la paz de la península coreana.
No es la primera vez que Corea del Norte ofrece una tregua en medio de caldeados ánimos; su extraña insistencia hacia la paz siempre ha respondido a necesidades de carácter interno, sin embargo, frente a la expectativa causada por los actores en juego resulta importante estudiar a detalle cada paso del proceso de negociación.
La paz en la región siempre ha sido una eterna e inalcanzable posibilidad, pese a su cercanía, la tensa relación separa enormemente la oportunidad de un sólido acuerdo entre ambos Estados. Su incapacidad para sentar las bases de una ruta común ha logrado que históricamente se hayan visto frustradas las oportunidades para un acuerdo sustentable.
Los tiempos han cambiado, a diferencia de ayer, las conversaciones se enmarcan dentro de un contexto globalizado, un mundo interdependiente cuya atención se enfoca en las coyunturas y demandan más compromiso de las partes, esta fuerte atención mediática también arroja dificultades al proceso de negociación, el prejuicio inherente a la opinión publica condiciona en buena medida los resultados posibles.
Esta compleja situación muestra un escenario donde convergen un gran cantidad de variables que motivan a un nuevo episodio de negociaciones, variables que muestran una cara menos alegre de las conversaciones, una cara que nos recuerda que no es la paz lo que más motiva las relaciones entre los Estados, si no los intereses que comparten entre ellos, en este caso la necesidad se disfraza de diplomacia y la paz como la mejor promesa para un pedazo de pan.
Comments