Artículo escrito por: Joshua Céspedes
Ciudad de México, 01 de julio de 2018:
“Seremos amigos de todos los pueblos y gobierno del mundo. En política exterior, se volverán a aplicar los principios de no intervención, de autodeterminación de los pueblos y de solución pacífica a las controversias. Y como decía el Presidente Juárez: “nada por la fuerza, todo por la razón y el Derecho”.
Estas palabras recitadas por Andrés Manuel López Obrador durante su primer discurso como virtual Presidente de México, nos hacen recordar (guardando las diferencias) la declaración del ex Secretario de Estado mexicano Genaro Estrada frente a la sociedad de naciones, en el año de 1930:
“México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos, porque considera que ésta es una práctica denigrante que, sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a éstas en el caso de que sus asuntos interiores puedan ser calificados en cualquier sentido por otros gobiernos, quienes, de hecho, asumen una actitud de critica al decidir, favorable o desfavorablemente, sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros”
Durante muchos años, el gobierno mexicano definiría su política exterior a través de la Doctrina Estrada, expresando:
“El gobierno de México se limita a mantener o retirar, cuando lo crea procedente, a sus agentes diplomáticos, y a continuar aceptando, cuando también lo considere procedente, a los similares agentes diplomáticos que las naciones respectivas tengan acreditados en México, sin calificar, ni precipitadamente ni a posteriori, el derecho que tengan las naciones extranjeras”
La Doctrina Estrada, responde fielmente al derecho internacional, la autodeterminación de los pueblos, es un derecho legítimo a nivel global.Sin embargo la suspicacia con la que debemos leer estas líneas es consecuencia de su intencionalidad.
En un mundo cada vez día mas globalizado es valido que cada Estado Nación trabaje por velar sus intereses y la autodeterminación de si misma, no obstante esta practica no puede ser un escudo que desdeñe a la comunidad intencional.
Dos casos emblemáticos sobresalen en este posible viraje de Política Exterior:
Venezuela y Estados Unidos.
Para nadie es un secreto el liderazgo regional que México asumió frente a la crisis venezolana. Su insistencia en la OEA y en equipos de trabajo como el Grupo de Lima daba muestra de la prioridad por parte del gobierno mexicano por la solución de los problemas regionales y la coordinación de una política democrática en la región. Determinación que podría cambiar.
Respecto a Estados Unidos, la tensa relación que entre ambas naciones ha suscitado tras la elección del mandatario Donald Trump, ha guardado la forma y la diplomacia gracias a los esfuerzos del gobierno mexicano. No obstante la retórica y el caldeado ánimo de ambos mandatarios parecen prometer una relación infructífera entre ambas naciones.
El incorrecto uso de esta doctrina podría acarrear el aislamiento mexicano de la región y el mundo. Su mal uso (con intención o no) podría poner en riesgo el arduo trabajo de México para posicionarse en el concierto de las naciones. Pues, no solo seria la excusa perfecta para quedarse de brazos cruzados frente a los problemas y retos globales sino el mezquino pretexto para no aceptar las críticas u opiniones de sus vecinos.
No obstante, el futuro es incierto y pese a los temores compartidos por muchos gobiernos y ciudadanos a lo largo de la región, el porvenir mexicano esta en sus propias manos. Recordemos que la realidad política, económica y social de cada nación es distinta, pese a la clara inclinación ideológica de izquierda del nuevo partido de gobierno.
¿Cuál creen ustedes que será el futuro de México tras la elección de Andrés Manuel López Obrador?
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